jueves, 29 de octubre de 2009

Revisión de objetivos

Me dicen que para que me asciendan a catedrático tendría que escribir un libro, es decir, otro libro, pues el que escribí hace diez años no es suficiente, porque es más bien un manual.

Yo de pequeño una vez intenté construir uno de esos veleros con ruedas que usan para hacer carreras en las playas del Norte de Francia. Después de mucho romperme la cabeza acabé viendo con creciente claridad que mis intentos estaban condenados al fracaso, que con mis herramientas, materiales y conocimientos era simplemente imposible construir una cosa así. Supongo que muchos habréis tenido experiencias parecidas.

Con la filosofía he llegado a una situación similar. Llevo unos veinte años intentando resolver una serie de problemas y responder una serie de preguntas que ahora me parecen fuera de mi alcance, como si estuviera intentando construir un coche de verdad con piezas de meccano. No sé si la culpa es de mi inteligencia, mi dedicación, mi educación, mi enfoque filosófico o la condición humana (la impotencia del logos, como dirían algunos). El caso es que en este momento me siento incapaz de escribir el libro que llevo años intentando escribir. Sin embargo tengo que escribir un libro, y si no es ese tendrá que ser otro: un libro de meccano. ¡A la carga!

viernes, 23 de octubre de 2009

Katalin Varga


El sábado fuimos a ver Katalin Varga, la primera película de Peter Strickland. Cuenta la historia de una campesina a la que su marido echa de casa cuando descubre que fue violada y que el violador es el padre de su hijo. Recuerda a las tragedias griegas no sólo en el argumento estremecedor, sino también en su concepción de las situaciones, acciones y emociones como ejemplos de verdades transcendentes sobre la condición humana, ignorando su individualidad azarosa. Según esta concepción, hay una especie de álgebra de las emociones que determina el curso de las vidas por encima de factores supuestamente accidentales y superficiales. El estilo narrativo se corresponde con este enfoque. El monólogo de la protagonista que precipita el desenlace es casi wagneriano.

A mi este enfoque no me suele gustar, y en esta película en particular me resulta enojoso. La vida no se puede entender desde un croquis abstracto. Hay que sumergirse en el detalle sensible y aparentemente trivial de las curvas y los ritmos de los cuerpos en movimiento, los colores, la luz, los sonidos, los gestos y las miradas. Para eso es el cine.

A pesar de esto, Katalin Varga es una buena película. La fotografía es espectacular, la música es excelente y las escenas principales están resueltas de manera ejemplar. Está ambientada en la Transilvania actual, un mundo de pueblos ariscos y miserables con calles embarradas en valles remotos cubiertos de bosques brumosos. Sólo sabes que es la época actual porque salen dos coches y dos teléfonos móviles.

Peter Strickland es un inglés de treinta y cinco años hasta ahora desconocido. Hizo esta película con 25000 libras que heredó de su tío, sin ningún subsidio público. Se fue a hacerla a Rumania, donde no había estado nunca, y la rodó en húngaro, un idioma que no entiende. Se le acabó el dinero antes de montarla, y estuvo a punto de abandonar, pero al final le seleccionaron la película para el festival de Berlín de este año. Si esto es posible no todo está perdido.

viernes, 9 de octubre de 2009

La cuarta mejor universidad del mundo


El suplemento de enseñanza superior del Times publica todos los años un ranking de las 200 mejores universidades del mundo. El de este año ha salido esta semana y coloca a UCL, mi universidad, en cuarto lugar, detrás sólo de Harvard, Cambridge y Yale.

Por supuesto, se podrían utilizar otros criterios que darían resultados distintos, pero los criterios del Times son claramente razonables. Sea como sea, no puedo evitar un cierto orgullo corporativo, sobre todo al leer en un artículo que acompaña a las tablas la siguiente explicación del éxito de UCL: “tiene investigación de calibre internacional en una gama muy amplia de disciplinas, notablemente en arquitectura, informática, economía, derecho, medicina y filosofía”.

La tabla está dominada por universidades estadounidenses (54) y británicas (29). A lo mejor, como dicen algunos, esto no refleja tanto la realidad como los métodos empleados. En cualquier caso los resultados de las universidades estadounidenses han empeorado, mientras que los de las asiáticas han mejorado.

El éxito de las universidades británicas es espectacular, dado el tamaño del país y los pocos recursos que se dedican a la enseñanza superior. Cuatro de los seis primeros puestos están ocupados por universidades británicas. Y aún más espectacular, me parece a mí, es el éxito de la ciudad de Londres, con nada menos que cinco universidades entre las 200 mejores del mundo: UCL, Imperial College, King’s College, Queen Mary College y la London School of Economics. Además la Escuela de Estudios Orientales y Africanos, también en Londres, está entre las cincuenta mejores instituciones en humanidades. La representación española se limita a la Universidad de Barcelona, en el puesto 171. La Autónoma de Madrid estuvo en la lista hace unos años, pero luego desapareció.

Ayer al pasar por el campus, con sus aglomeración caótica de edificios cada uno de su padre y de su madre, remendados hasta la saciedad, la idea de que esa fuera la cuarta mejor universidad del mundo me resultaba difícil de creer. Será que no nos gusta aparentar.