lunes, 22 de diciembre de 2008

Mantenimiento de la bicicleta

Suelo ir a trabajar en bicicleta. Son unos diez kilómetros cada trayecto. Tardo entre 35 y 40 minutos. Es uno de los pocos aspectos de mi vida que sé de seguro que no quiero cambiar. Si no pudiera desplazarme en bicicleta sería menos feliz.

Empecé a utilizar la bicicleta como medio de transporte en Madrid, en la universidad. Iba a la Autónoma en bicicleta, por la cuneta de la autovía. Luego, cuando vivíamos en Michigan, unos amigos belgas que se volvían a Bélgica un par de años nos dejaron sus bicicletas en usufructo. La usaba a menudo, aunque las distancias eran tan cortas que casi no merecía la pena. Cuando vivíamos en Birmingham también iba a trabajar en bicicleta. Pero nunca la había usado con tanta regularidad como ahora en Londres.

Antes llevaba la bicicleta a arreglar a una tienda de Muswell Hill, el típico negocio familiar con trato personal, de los que ya no quedan. Pero hace un par de años cerraron. En la liquidación final de esta tienda me compré un libro sobre mantenimiento de bicicletas. Los de la tienda me dijeron que todo lo que sabían ellos estaba en este libro. Desde entonces, con la ayuda del libro y de Internet, me arreglo la bicicleta yo mismo.

Yo creo que hay dos maneras de enfocar la vida radicalmente opuestas. La primera consiste en no preocuparte de cómo funcionan las cosas, limitándote a usarlas sin pretender entenderlas, dejándolas en manos de los profesionales cuando se estropean. La segunda aspira a la autosuficiencia, a entender cómo funcionan las cosas que usamos para saber arreglarlas y modificarlas cuando sea necesario.

El primero de estos enfoques no podría tener un representante más puro que mi padre, mientras que el segundo es claramente dominante en la familia de mi madre. Y yo me siento con un pie en cada lado, con las dos tendencias luchando por el control de mi alma. Así he pasado de usar Macs durante años, tratándolos como cajas negras cuyo contenido me era indiferente, a montarme mi propio PC.

Mi actitud hacia el mantenimiento de la bicicleta manifiesta esta ambivalencia. Me gusta saber hacerlo, y me alegro de haberlo hecho, pero hago lo posible por evitarlo, y mientras lo hago suelo estar de mal humor.

Hace un par de semanas cambié la cadena. Las cadenas con la edad se estiran, y si tardas mucho en cambiarlas desgastan los piñones, hasta el punto de que ya no funcionan con una cadena nueva, y si cambias la cadena tienes que cambiar los piñones también. Esto es justo lo que me ocurrió. A los dos días de cambiar la cadena tuve que cambiar los piñones. Es la segunda vez que me pasa.

Desde que puse la nueva cadena y los nuevos piñones el cambio de marchas no había funcionado bien. Lo peor era que se salía la cadena siempre que quería utilizar el piñón más grande, y se quedaba encajada entre el piñón y los radios. Ayer, tras resistirme todo lo posible, por fin decidí investigar. Como siempre retraso estas tareas, cuando me pongo suele haber muchas cosas que hacer. Ayer hice lo siguiente:
  • Cambiar dos radios de la rueda de atrás, uno que estaba roto y uno que se había desfigurado al salirse la cadena. Como eran del lado de los piñones, tuve que quitarlos para poner los radios.

  • Enderezar la rueda, que estaba abollada y descentrada. Esta es una reparación que me solía asustar. Hay que hacerlo con tranquilidad y con la cabeza fría. Ahora me sale bien.

  • Apretar las tuercas del eje de la rueda. Estaban muy sueltas y la rueda tenía mucho juego.

  • Ajustar los frenos.

  • Desmontar un pedal para engrasar los cojinetes.

  • Y por último ajustar los cambios.
Así pasó la mañana del domingo.

El hombre de Londres


El sábado fuimos a ver El hombre de Londres, la nueva película del director húngaro Béla Tarr. La única película de Tarr que había visto hasta ahora es Las armonías de Werckmeister, una película maravillosa. El hombre de Londres también es excelente.

Es en blanco y negro, con claroscuros dramáticos de luz cegadora y sombras intensas. Es lenta, muy lenta. El director parece empeñado desde el principio en recalibrar tu percepción de la velocidad narrativa. La película empieza con un primer plano de la proa de un barco en el que la cámara asciende muy lentamente desde el nivel del agua hasta la cubierta. El trayecto dura alrededor de un cuarto de hora. El resto de la película transcurre a la misma velocidad. Tarr quiere que te tomes tu tiempo contemplando las escenas. Muchas son bellísimas, inolvidables: la proa del barco, los viajeros subiendo al tren, el callejón por el que el protagonista va del trabajo a casa, la comida en familia, la habitación en penumbra en la que el protagonista se echa a dormir, la disputa en la tienda de ultramarinos, el bar. Son escenas semiestáticas, más relacionadas con las artes plásticas que con la narrativa. Es un planteamiento similar al de los videos de Bill Viola, aunque visualmente sean profundamente diferentes.

A pesar de esto la película tiene una trama de intriga. El hombre del título llega a un puerto francés con una maleta llena de dinero robado. En una pelea con su cómplice éste cae al agua con la maleta y se ahoga. Un guardagujas de la estación del puerto, que ha presenciado la escena desde su caseta, saca la maleta del agua y la esconde. Poco después llega un detective inglés a investigar.

Desde luego el argumento no es un mero pretexto para la contemplación estética. Las reacciones de los personajes a los acontecimientosy las relaciones entre unos y otros están representadas con exactitud, y la narración presenta conflictos humanos fundamentales, en un tono mítico. De todos modos es innegable que el valor de la película no está en el desarrollo de la acción, sino en que te obliga a adoptar un punto de vista desde el que la vida resulta rara, casi irreconocible. Las rutinas cotidianas, como la cerveza en el bar, lavarte la cara o las disputas matrimoniales, se convierten en ritos extraños con una cualidad mística inesperada. Si el arte aspira a transformar tu manera de ver el mundo, El hombre de Londres es una gran obra de arte.

viernes, 19 de diciembre de 2008

Following


El otro día vimos en DVD Following, de Christopher Nolan. Nolan ha hecho otras dos buenas películas, Memento e Insomnia. La única razón por la que esta última no está en mi lista de buenas películas es mi prejuicio insuperable en contra de las versiones de Hollywood de películas extranjeras. Nolan se dedica ahora a hacer películas de Batman.

Following es su primer largometraje. Está rodada en blanco y negro, sin trípodes ni iluminación artificial, y de hecho sin presupuesto alguno, en los alrededores del piso de Nolan en Londres. Los actores, la productora e incluso el compositor de la banda sonora, son compañeros suyos de universidad. Nolan estudió filología en UCL.

Es una película excelente. Una meditación sobre la intimidad y la soledad en formato de cine negro, con un verdadero argumento de intriga. La narración es muy original. Poco a poco te vas dando cuenta, por los cortes de pelo y algunos moratones, de que las distintas escenas no están colocadas en orden cronológico. Esto no es sólo un alarde técnico. Representa muy bien la manera en que contamos historias, y lo que vemos es la historia que el protagonista le está contando a alguien. Todo se entiende al final, y entonces quieres verla otra vez, que es precisamente lo que hice, disfrutándola aún más.

jueves, 18 de diciembre de 2008

El mejor departamento de filosofía del Reino Unido

Ya es oficial. Somos el mejor departamento de filosofía del Reino Unido. Cada cierto tiempo, cada departamento de cada universidad del país recibe una puntuación que determina cuánto dinero reciben para investigación. Es una operación monstruosa, quizás contraproducente, pero en cualquier caso digna de admiración. Cada investigador presenta lo que considera que son sus cuatro mejores publicaciones del periodo en cuestión, unos cuatro o cinco años. Los miembros de un panel de expertos se leen todos estos libros y artículos y les dan una nota, basada en su opinión sobre la calidad del trabajo. La puntuación de cada departamento depende casi exclusivamente de estas valoraciones.

En ediciones anteriores hemos quedado un poco por debajo de lo que esperábamos, alimentando el estereotipo de los filósofos londinenses que no se rebajan a esforzarse demasiado. Pero este año, sin que nadie se lo esperara, hemos sacado la mejor puntuación de todo el país. Cada trabajo se puntúa entre una estrella (lo mínimo) y cuatro estrellas (lo máximo). El 45% de nuestros trabajos ha recibido cuatro estrellas (Oxford 35%, Cambridge 25%), y el 75% ha recibido tres o cuatro estrellas (Oxford y Cambridge 65%). Increíble.

Fiesta de cumpleaños

El sábado fuimos a la fiesta de cumpleaños de un amigo mío que cumplía cincuenta años. Viven en un pueblo de Bedfordshire, una zona sin ninguna identidad regional, la Inglaterra genérica. Habían alquilado el Village Hall, que es una especie de salón de actos, como los bailes de algunos pueblos españoles. Mi amigo tiene un taller mecánico a medias con su hermano. La mayoría de los invitados eran familia o amigos de toda la vida, desde el colegio. Forman una comunidad como las de los libros de filosofía política, en la que todo lo que le ocurre a uno le ha ocurrido antes a otro. Van todos juntos al campo con roulottes dos puentes cada año. Ponen las roulottes en círculo, como si les atacaran los indios, y hacen barbacoas en el centro. Son buena gente. Por un lado envidio su situación, pero también me doy cuenta de que yo no estoy hecho para formar parte de una comunidad así. Yo pondría mi roulotte fuera del círculo, un poco alejada.

Fiesta en el departamento

El viernes pasado fue la fiesta de fin de trimestre del departamento. Hacemos una cada trimestre. Proporcionamos una cantidad ilimitada de vino y patatas fritas y los estudiantes vienen y se beben el vino y se comen las patatas. Hacer de anfitrión en estas fiestas es una de mis tareas en el departamento. No me suele gustar, pero esta vez no estuvo mal. Los estudiantes de doctorado del departamento son buena gente. En algunos estados de ánimo me hacen sentirme inseguro, pero en general me gusta su compañía. Bebí y fumé demasiado, y lo he pagado todo el fin de semana.

domingo, 14 de diciembre de 2008

La regenta

He terminado La regenta. He tardado meses, pues durante el curso sólo tengo tiempo para leer los fines de semana. Esta lentitud me ha hecho perder la pista de muchos personajes menores y argumentos secundarios. En muchos aspectos es un libro excelente. Lo mejor son las caracterizaciones de personajes, que parecen tener como única intención hacerles parecer ridículos y mezquinos. El argumento principal no es muy interesante, y desde luego no justifica la extensión de la novela. Pero eso es lo de menos. El valor del libro está en los retratos psicológicos y los bosquejos sociales, y en la actitud hacia la humanidad que manifiestan. La escena final es desconcertante. A ver si miro cómo la explican los comentaristas.

Pelota Vasca


El otro día vimos Pelota Vasca en DVD. Yo creo que Medem es un gran director. Ninguna de sus películas es una obra maestra. A todas les falla algo. Sin embargo también están llenas de ideas excelentes, y además son preciosas. Da la impresión de que para hacerlas perfectas tendrían que perder parte de su vitalidad y espontaneidad.

Tengo entendido que mucha gente en España critica la película por equiparar la postura de ambos bandos, sin tomar partido. A mi todo esto me pilla ya demasiado lejano para opinar. Entiendo la crítica, pero no sé si Medem es culpable de lo que se le acusa. Un punto crucial en este sentido es la yuxtaposición de la viuda del policía con la mujer del etarra encarcelado. Aquí no resulta fácil saber cuáles son las intenciones del director, ni qué sería lo correcto. Desde mi punto de vista, resulta obvio quién es la víctima inocente y quién no. Quizás Medem está haciendo resaltar esta obviedad al dejar que se imponga sin necesidad de acallar la postura opuesta. Un factor que conduce a pensar que Medem quiere presentar esta asimetría que va de suyo es que al fin y al cabo uno está muerto y el otro no. Sin embargo está claro que habrá gente que vea la cuestión justo al revés, y Medem no nos dice que están equivocados.

Creo que hace bien. Su aspiración no es continuar la disputa, sino de algún modo transcenderla. Quiere presentar los puntos de vista opuestos como datos, dejando que hablen por sí mismos, para que cada uno saque sus propias conclusiones. Sin duda habrá quien saque conclusiones que nos parezcan descabelladas, pero así son las cosas, y este es el único punto de partida posible.

Muchas entrevistas son interesantísimas. De entre los políticos del PNV el único que inspira confianza es Ardanza. Los demás rezuman cinismo.

En el DVD venía un comentario de dos académicos británicos. Los dos tenían una opinión muy positiva de la película, pero le criticaban tres cosas.

En primer lugar le criticaban que las entrevistas estuvieran tan recortadas y reorganizadas, y que mezclara imágenes documentales con imágenes de ficción sin avisar. Yo creo que esto es una cuestión del género en el que clasifiquemos la película. Como documental objetivo, evidentemente estas críticas serían correctas, pero no parece que el director aspire a eso. Medem claramente asume la responsabilidad sobre el mensaje, y usa los medios que necesita para comunicarlo.

En segundo lugar le criticaban que no se presentara el punto de vista de los inmigrantes. Es curioso que desde una perspectiva anglosajona esto es una omisión inexplicable, mientras que tal como se plantean las cosas en España esto no parece ser un problema importante. La actitud parece ser: el que no se integra es por que no quiere, y si no quieres integrarte luego no te quejes. No cabe duda de que lo primero es verdad hasta cierto punto. En cuanto a lo segundo, mis instintos borbónicos me dicen que es correcto, pero cuando comparo la situación de los inmigrantes en Francia e Inglaterra me entran dudas. De todos modos es interesante que esta actitud tan española la reproduzcan fielmente los que reniegan de lo español.

Por último criticaban los escenarios bucólicos que había elegido Medem para las entrevistas, situándolas en la arcadia vasca de la fantasía nacionalista. Esta crítica me parece correcta. La salvación sólo puede venir de las ciudades, donde el individuo se pierde en un mar de humanidad en el que las diferencias entre unos y otros parecen menos importantes que la diferencia entre tú y los demás. Pero esto es precisamente lo que dice Bernardo Atxaga en la intervención que Medem ha colocado al final de la película. Es razonable pensar que Medem está de acuerdo, pero entonces no entiendo las praderas, bosques, acantilados y plazas de pueblo.

jueves, 11 de diciembre de 2008

Mi familia

Hasta hace poco dibujaba a lápiz, pero desde hace un par de meses he empezado a dibujar con rotuladores, que es más rápido y espontáneo.
















Autorretrato


Hace unos meses empecé a dibujar. Dibujo de todo: caras, cuerpos, objetos, sitios... De vez en cuando me dibujo en el espejo.

Circunnavegación de la Isla de Wight


Este fin de semana he estado navegando. El barco era el Elan 340 con el que suelo navegar últimamente, de nombre Firebird. Es un barco regatero, de líneas estilizadas, con una mayor inmensa y un foque mucho más pequeño. Pertenece a un club del que soy socio. Soy uno de los patrones del club, y saco Firebird y el otro barco del club cuando quiero, por un módico precio. Los barcos están amarrados en la marina de Haslar, en el puerto de Portsmouth, que es un gran puerto natural que contiene, entre otras cosas, la base principal de la armada británica. Enfrente de la costa, a esa altura, está la isla de Wight. El trozo de mar que separa la isla de la costa se llama el Solent. Es la zona principal de navegación de recreo en Inglaterra. También tiene mucho tráfico comercial. Portsmouth está en el extremo oriental del Solent. En el extremo occidental, a unas veinte millas náuticas, está Lymington, que es donde pasamos la noche del sábado. El domingo volvimos a Portsmouth pero dando la vuelta a la isla de Wight por fuera. Tuvimos que madrugar, pues para entrar o salir del Solent por el oeste tienes que tener la marea a tu favor, y el domingo esto requería salir a las siete, antes de amanecer. Vimos salir el sol en el mar, y unas pocas horas después lo vimos ponerse. Cuando volvimos a Portsmouth ya era noche cerrada. Hacía mucho frío, pero no había ninguna nube. El mar estaba vacío. No había mucho viento, pero este barco no necesita mucho viento, y pudimos ir a vela casi todo el fin de semana. La tripulación consistía en dos buenos amigos que son buenos marinos. Al atardecer una lancha rápida de aduanas nos abordó y nos registró el barco de arriba a abajo. Nunca me había ocurrido. Un fin de semana inmejorable. Los que tengáis GoogleEarth podéis ver nuestra ruta del sábado aquí, y la del domingo aquí.

Francis Bacon

Hace dos domingos fui a ver la exposición de Francis Bacon en la Tate Britain. Fuimos con los niños, por lo que no era fácil ver las cosas con tranquilidad. A pesar de esto, salí completamente convencido de que Bacon fue uno de los grandes pintores del siglo XX. Hasta ahora tenía una imagen un poco pintoresca de él: los papas tachados, las reses en canal y el ambiente de los años cincuenta en los bajos fondos de Londres, paralelo, según me lo imagino, al París existencialista, pero con cerveza en vez de café, menos intelectual y más descarnado. Pero en la exposición me quedó clara la riqueza de su visión. Llaman la atención sus juegos con la doble naturaleza de lo que hay sobre el lienzo, como pura mancha por un lado y como representación por el otro. Casi todos los cuadros tienen franjas de lienzo sin cubrir, y unos poliedros superpuestos sobre las figuras que pretenden recordarte que existe la perspectiva. Los colores son intensos, como de ilustración. Las sombras son pegotes. La soledad y la desesperanza están representadas en un lenguaje profundamente bello y elocuente.

miércoles, 3 de diciembre de 2008

Richard Serra

El viernes fui a ver una exposición de Richard Serra. Que yo recuerde, es la primera vez que veo esculturas de Richard Serra. El Guggenheim de Bilbao sólo lo he visto desde fuera. La verdad es que no vi la exposición en condiciones óptimas, con la mente cansada al final de un día en la biblioteca. Hay tres obras en la exposición.

Una consiste en lo que los que no somos geómetras podríamos describir como dos secciones cilíndricas distorsionadas que no llegan a cerrarse sobre sí mismas, por lo que puedes entrar dentro. Cada una de ellas está formada por dos enormes planchas de acero rectangulares retorcidas para formar las dos mitades del cilindro. Los dos cilindros son idénticos, pero están puestos al revés el uno del otro: uno tiene la parte más ancha hacia arriba y el otro hacia abajo. Al verlos se me ocurrían preguntas bastante prosaicas. Intentaba imaginarme su peso y cómo sonarían si les diera con los nudillos (no te dejan tocarlas). Me preguntaba cómo habían conseguido darles esa forma y cómo habían obtenido una base perfectamente plana a pesar del retorcimiento. Sobre todo quería saber si las dos planchas que forman el cilindro son estables cada una independientemente, o sólo se tienen en pie por el aparentemente insignificante punto de soldadura en la parte inferior de la unión. No sé si este es el tipo de reacción que el artista quiere conseguir. El único aspecto de la escultura que me produjo una experiencia estética en el sentido tradicional fueron los bellísimos matices del óxido que cubre las planchas, con unos perfiles orgánicos que parecen estar en tensión con el rigor geométrico de las formas que les sirven de soporte.

Otra es una estructura de planchas curvadas de acero negro que forman un pasadizo sinuoso en el que entras por un extremo y sales por otro. Es un paseo inquietante. El pasadizo es bastante estrecho, y la inclinación de las planchas les hace parecer inestables. También es difícil visualizar la distribución del las planchas que forman el pasadizo, o recordar el trayecto que has seguido. Yo sólo lo entendí después, con la ayuda de una foto y papel y lápiz. Tus pasos resuenan con un tono inesperado.

Me alegro de haber visto estas esculturas y me gustaría verlas otra vez. Sin embargo esta visita no me ha convencido de que Serra sea un genio, como piensa tanta gente, aunque tampoco estoy seguro de que no lo sea.

La galería es una sucursal en Kings Cross de la Gagosian de Nueva York. La abrieron hace un par de años. Es la primera vez que voy. Kings Cross era antes una zona inmunda, llena de prostitución, drogas y delincuencia. Todavía lo es un poco, pero ahora tiene la Biblioteca Británica, la estación del tren de alta velocidad a París y una galería de arte de primera categoría. Pronto será un barrio atractivo.

viernes, 28 de noviembre de 2008

La Biblioteca Británica

He pasado el día en la Biblioteca Británica. Este ha sido mi segundo hogar desde que llegué a Londres en el 2000. Vengo casi todos los días laborables que no tengo que dar clase ni que recoger a los niños del colegio, normalmente un par de días a la semana durante el curso, y más en vacaciones. Aquí trabajo mejor que en ningún otro sitio. Además me siento a gusto.

Me encanta el edificio. Es del arquitecto Colin St John Wilson, que murió el año pasado. Es un diseño de líneas rectas y limpias, pero sin simetría obvia. El exterior es en ladrillo rojo, en clara referencia a la estación de St Pancras, que está justo al lado. Esta similitud en los materiales hace resaltar el contraste entre el recargado diseño neogótico de la fachada de St Pancras y las puras líneas escandinavas de la biblioteca.

El tejado de pizarra negra ocupa gran parte de lo que ves en la fachada y le da al edificio un aspecto modesto, doméstico, como de casa de recortables. Una torre con un reloj te hace pensar en un edificio público de una capital de provincia.

En el interior el blanco de la piedra y la escayola se va imponiendo paulatinamente sobre el ladrillo. El espacio central rodea un gran prisma rectangular de cristal con seis pisos de estanterías llenas de libros antiguos. Es la biblioteca real, recopilada principalmente por Jorge III y cedida al país por su hijo Jorge IV en 1823. Es una de las colecciones que dieron origen a la biblioteca pública. Esta disposición me hace imaginarme un enorme meteorito en un paraje desierto, en torno al cual los científicos que lo estudian han construido una serie de edificios provisionales en los que alojarse durante sus investigaciones. No sé de dónde he sacado esta imagen. La idea de un prisma transparente lleno de libros parece ser una referencia a la Beinecke Library, en la Universidad de Yale, de 1963, del arquitecto Gordon Bunshaft, que sólo he visto en fotografía. Entiendo la diferencia entre la cita y el plagio, pero la verdad es que hubiera preferido que fuera una idea original.

Es un edificio que requiere tiempo para apreciarlo. Al principio parece que no obedece a ningún plan, pero luego, poco a poco, te vas dando cuenta de que lo que ocurre es que el plan es demasiado complejo para captarlo a primera vista. Está lleno de recovecos interesantes y perspectivas inesperadas, con contrastes atractivos entre espacios inmensos y otros más íntimos. Es como si el plan intentara imitar el efecto de la carencia de plan en la ciudad en que está ubicado el edificio.

Tengo entendido que es el edificio público más grande construido en el Reino Unido en el siglo XX. Llama la atención la calidad del acabado, sobre todo porque en este país los espacios públicos se suelen construir por lo barato. Se inauguró en 1998, dos años antes de que empezara a venir yo. Las obras habían empezado treinta y cinco años antes. Hasta entonces la biblioteca era parte del Museo Británico, y su sala de lectura era la sala circular, que ahora está abierta al público, en el centro del atrio con el excelente tejado de Norman Foster.

Cómo salí de España

Tengo 44 años, y llevo fuera de España desde los 23. Casi media vida en el extranjero. ¿Cómo ocurrió? Acabe la carrera de filosofía en la Autónoma de Madrid en el 87, con un expediente brillante. Decidí hacer el doctorado. No sé muy bien cómo llegué a esta decisión. En realidad no me parecía que hubiera mucho que decidir. En aquellos tiempos en España no se concebía que un licenciado en ‘filosofía pura’ pudiera encontrar un trabajo ‘normal’ ‘en una empresa’. La única alternativa viable parecía ser oposiciones a instituto. Así que al hacer el doctorado no creía estar cerrándome ninguna puerta además de las que ya creía cerradas.

Un par de años antes había conocido en la Menéndez Pelayo a un filósofo inglés afincado en Méjico que me animó a salir de España, cuyo ambiente filosófico le parecía despreciable. Una combinación de circunstancias me dio la oportunidad de ir becado a hacer el doctorado en la Universidad de St. Andrews, en Escocia. La alternativa era un doctorado en la Autónoma y la expectativa incierta de una plaza en la Autónoma. Por aquel entonces se hacía el doctorado donde se había hecho la licenciatura, y sólo se podía esperar una plaza donde se había hecho el doctorado. Salían pocas plazas, y se daba por sentado que las que salían ‘estaban dadas’ a un candidato de la casa. Quedarme en la Autónoma suponía pasar años luchando por que un día saliera una plaza que, como todas, estuviera dada, en la que el candidato de la casa fuera yo. Así que a St. Andrews me fui. Y hasta ahora.

lunes, 24 de noviembre de 2008

Mirando fotos del pasado

Ayer terminé de escanear mis negativos en blanco y negro, casi tres mil. Son fotos que hice entre 1977 (a los 13 años) y 1987. Las revelé todas yo el el cuarto de baño del piso de piso de mis padres, con la ampliadora y las cubetas con líquidos puestas sobre una tabla que cubría la bañera. Muchas de ellas no las había visto bien hasta ahora, pues no solía ampliar la mayoría de las fotos que hacía. Tanta gente y tantos sitios. El efecto es muy inmediato. Me trasporto sin ningún esfuerzo al momento y al lugar en el que hice la foto. Pero la impresión general es decepcionante. Ni la fotografías ni la vida que representan tienen demasiado interés.

sábado, 22 de noviembre de 2008

Elektra

Anoche fuimos a la Royal Opera House. Un sitio sensacional. Siempre que voy me siento feliz de estar ahí, afortunado por que mi vida me de acceso a un sitio así. Vimos Elektra de Strauss. Música excelente. No la había oído hasta ayer. Seria e intensa. Como Mahler sin la exageración ni los detalles programáticos exóticos.

En general no me gusta la ópera. Normalmente no es música seria, sino un vehículo pare una concepción muy superficial de la belleza. Supongo que sólo funciona para los que encuentran algo sublime en la voz humana. Otro problema es que la estructura musical en la ópera no es intrínsica a la música, sino que viene dictada desde fuera por la narrativa. Por eso a veces me siento desorientado, como si la música avanzara en direcciones arbitrarias.

Sin embargo hay excepciones y Elektra es una de ellas. También me gusta la manera en que cuenta la historia, con elegante economía. La interpretación de la orquesta y los cantantes también me pareció excelente. Y de la propia historia, qué voy a decir: una hija cuya madre está casada con el asesino de su padre, soñando con un baño de sangre que vengue el crimen, y con celebrarlo bailando sobre la tumba del padre. Inmejorable.

Antes fuimos a tomar un refrigerio a la sucursal de Paul en Covent Garden. Me encanta Paul. Sencillo pero perfecto, con pasteles franceses deliciosos y camareros agradables, también franceses. Me gustan las cadenas francesas con sucursales en Londres. Me recuerdan que vivo a un poco más de dos horas en tren de París, aunque no vaya nunca.

viernes, 21 de noviembre de 2008

Comienzo

Aquí empieza mi blog. La verdad es que no suelo leer blogs. No sé si tengo mucho que decir, y desde luego no creo que lo que tenga que decir le interese a mucha gente, así que no sé por qué lo hago. Un profesor heideggeriano de mis tiempos de estudiante daba mucha importancia a la imagen de escribir en el agua (creo que de Platón). Supongo que eso es lo que estoy haciendo yo. En cualquier caso, estoy en esa edad, a mitad de camino, en la que probar cosas nuevas parece una buena idea.

Mi intención era llamar a este blog BlancoWhite, en honor de otro español afincado en Inglaterra, pero el nombre estaba cogido. Luego me acordé de que tengo una lista mental de posibles nombres de barco de inspiración filosófica. Primero probé Forma Lógica, pero también estaba cogido. Exilio Cósmico estaba el segundo en la lista.

Pues sí; soy filósofo y navegante.