Para navegar no hace falta tener barco. Eso lo sé yo mejor que nadie. Desde que empecé hace unos seis años, he navegado unos ciento cincuenta días y unas seis mil millas náuticas en veinte barcos distintos que no me pertenecían, en el Canal de la Mancha, el Mar del Norte, las Islas Frisias, las Hébridas, el Báltico, la costa atlántica francesa, el Golfo de León, las Islas Jónicas y Mallorca. Me sobran oportunidades para navegar. No navego más porque no tengo tiempo.
En vista de esto, y de que tener un barco es caro y da muchos problemas, no tendría mucho sentido que me comprara uno. Sin embargo, eso precisamente es lo que acabo de hacer. Me he comprado un barco.
El deseo de tener un barco me surgió hace un par de años. Me sumé a las hordas de hombres de mediana edad que pasan sus veladas enfrente del ordenador viendo en internet barcos en venta: comparando, planeando, calculando presupuestos virtuales y dejando volar la imaginación. ¡Qué vergüenza; menos mal que no nos ve nadie! Luego empecé a ir a la costa a ver en persona barcos que encontraba en internet. Vi unos quince.
El deseo dio lugar a un creciente desasosiego que alcanzó niveles insoportables. Esta situación ridícula solo se podía terminar con la extinción del deseo o con la adquisición de un barco. Cuando acepté que lo primero no iba a ocurrir me convencí de que tenía que comprarme un barco, y que pasara lo que pasara.
El año pasado hice una oferta por uno, pero al final no llegamos a un acuerdo. Este otoño, como si el destino quisiera tentarme, salió a la venta uno casi igual por el que pedían menos de lo que había ofrecido por el anterior. Desde antes de ayer es mío. Se llama Scallywag, que significa pillo. Aparte de sus cualidades marineras, con las que no os voy a aburrir, es muy bonito.
Ayer pasé el día en el barco yo solo, arreglando cosillas y haciéndome a la idea de que es mi barco. ¿Os acordáis de la sensación nada más abrir los regalos de reyes? Con esa gratitud ligeramente teñida de decepción siento ahora yo que no espero mucho más de la vida.
domingo, 6 de diciembre de 2009
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3 comentarios:
Me parece fantástico que te hayas comprado el barco si puedes permitírtelo.
Navegar es algo que siempre he querido hacer. Por el momento no puede ser -vivo además en el interior-, pero me queda pendiente.
Salud y suerte.
¡Enhorabuena! Gustándote navegar, has hecho lo mejor. Y has encontrado la única solución para aplacar tu deseo, que hubiese sido cada día mayor y mayor y mayor...
¡Buena proa!
Gracias Delaney, y a tí también, Tío Piter. Seguro que tienes razón.
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