lunes, 28 de junio de 2010
Mersea Stone
Este fin de semana he salido a navegar el Scallywag con la familia y otros barcos del Tollesbury Cruising Club. Nuestro destino era el fondeadero enfrente de Mersea Stone, una playa a la entrada del río Colne, unas ocho millas al este de Tollesbury.
Salimos con la pleamar del mediodía del sábado, con un viento del este de unos quince o veinte nudos, más de lo que esperábamos y más de lo recomendable con la tripulación que llevaba. Antes de salir ya puse un rizo. Al salir a mar abierto me pareció poco y puse otro antes de izar las velas. Luego me alegré.
Fuimos todo el trayecto haciendo bordos de orilla a orilla del Blackwater. El timón lo llevaba yo, menos cuando tenía que cazar el génova después de cada bordo, que se lo pasaba a mi hija mayor. Íbamos a unos cinco nudos, a pesar de ir ciñendo a rabiar y de llevar una mayor minúscula. Yo iba feliz, sintiéndome en control de mi barco y con él de los elementos.
Cuando llegamos al fondeadero ya estaban allí otros barcos de Tollesbury, algunos claramente garreando en el viento que no amainaba. Yo no las tenía todas conmigo, pues no había dónde fondear en menos de nueve metros de agua y sólo llevo siete metros de cadena y unos dieciséis de cabo, bastante menos de lo recomendable. Sin embargo, después de pasar un buen rato tomando enfilaciones llegué a la conclusión de que estábamos bien agarrados.
Al atardecer fuimos en las auxiliares a la playa, que es una pendiente de arena y conchas que sube del agua a un páramo inhóspito. Allí cada familia se hizo su barbacoa, y al anochecer los niños fueron a buscar leña e hicieron una hoguera enorme. Así vimos el sol ponerse, redondo, rojo y desvaído. Unos minutos después salió la luna, más o menos de la misma forma, tamaño y color, en el punto opuesto del horizonte, como en uno de esos trucos de magia en los que la moneda desaparece de una mano y aparece en la otra.
Cuando nos fuimos a dormir el viento ya se había calmado, y aunque me desperté a media noche pensando si estaríamos garreando, no estaba suficientemente preocupado para salir a mirar.
A la mañana siguiente volvimos a Tollesbury, con menos mar y menos viento, y el que había, a nuestro favor. Mi hija mediana cogió el timón por un momento y acabó llevándolo todo el camino. Yo aproveché las circunstancias para sacar en gennaker y deleitarme en contemplar orgulloso la explosión de colores.
El Colne llega hasta Colchester, aunque hace mucho que dejó de ser navegable hasta allí. Colchester fue el primer asentamiento romano de importancia en las islas británicas. Es probable que hubiera barcos romanos fondeados donde estuvo el mío el sábado, muchos siglos después, y que los marinos romanos vieran puestas de sol como la que vi yo. Sentado en la playa enfrente del fuego no daba la impresión de que el mundo hubiera cambiado gran cosa desde entonces en ningún aspecto esencial.
La foto es de Jess Cooke, del Nimrodel
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