lunes, 17 de enero de 2011

Mecánica náutica

Una de las principales asignaturas que tenía pendientes en mi formación como patrón de recreo era el mantenimiento del motor. En la vela, como en la vida, cuando te preguntas ‘¿qué haría yo si pasara tal o cual cosa?’, muchas veces la única respuesta posible es ‘mejor no pensarlo’. Esa es la situación en que me encontraba yo hasta hace nada con respecto a la posibilidad de tener una avería en el motor navegando. Yo sólo navego en veleros y sólo uso el motor lo estrictamente necesario: cuando no hay viento y para entrar y salir de los puertos. Por eso que falle el motor, en circunstancias normales, no es el fin del mundo, pero no deja de ser un problema y no saber qué hacer si surgiera me producía bastante desasosiego.

Cuando compré el Scallywag me propuse afrontar esta cuestión, y el año pasado hice un curso de un día de reparación de motores marinos, pero no me había ocupado de aplicar lo que aprendí a la realidad del motor de mi barco. Se me ocurrió que la mejor manera de familiarizarme con mi motor sería hacer yo el mantenimiento anual, en vez de encargárselo a un mecánico, y así lo he hecho: en los dos últimos fines de semana he completado las siguientes tareas:

• Cambiar el aceite y su filtro.
• Cambiar los filtros de gasoil y purgar el circuito.
• Cambiar el rodete de la bomba de agua.

Todo ha salido bien. No es difícil. Hacerlo ha cumplido la misión didáctica que me había marcado. Antes no veía en el motor más que una maraña sin sentido de cables, tuberías y manguitos entrando y saliendo de diversos receptáculos metálicos. Ahora veo por dónde circulan el gasoil, el aceite y el agua, y sabría cómo reparar las averías más comunes. Sigo sin entender el sistema eléctrico. Eso lo dejo para otra ocasión.

Desgraciadamente, la cosa no acaba aquí. Además del mantenimiento rutinario, me propuse solucionar un problema que había notado en las últimas salidas: una fuga en el circuito de gasoil. Lo sabía porque siempre había un poco de gasoil en la sentía del motor, pero ni sabía por dónde salía ni me sentía capaz de averiguarlo. Ahora, de repente, la cosa parecía mucho más fácil, y en seguida localicé la fuga, en el tornillo que sujeta a la bomba de elevación el tubo que lleva el gasoil desde la bomba al filtro. El tubo empieza en un anillo que rodea al tornillo entre la cabeza del tornillo y la bomba, con una arandela de cobre a cada lado. El gasoil se salía por los lados de este anillo.

Llamé a mi amigo Robert, que tiene un taller de coches. Me explico que es un tornillo hueco por el que circula el gasoil, entrando desde la bomba por la base y saliendo por un agujero lateral a la cavidad que queda entre el tornillo y el anillo que lo rodea. Siguiendo las instrucciones de Robert, quité el tornillo, limpié las arandelas y volví a montarlo todo. Ya no salía gasoil. Problema solucionado.

Sin embargo ayer, cuando me disponía a dar por finalizada la sesión de mantenimiento, con espíritu triunfal, noté que había otra vez un poco de gasoil en la sentina. Toqué el sitio por donde se salía antes y, en efecto, se volvía a salir. Pensé que sería cosa de apretar un poco más el tornillo, pero al intentarlo descubrí con horror que se había pasado de rosca. Lo saqué y vi que llevaba enroscada una bonita espiral de aluminio que antes había sido la rosca de la bomba.

Supongo que habrá que cambiar la bomba. No va a ser barato. Podría intentar hacerlo yo, pero creo que ha llegado el momento de reconocer mis limitaciones y dejar el asunto en manos de los profesionales. Esta mañana he llamado al mecánico de Tollesbury, con el rabo entre las piernas, para explicarle las consecuencias de mi incursión en la mecánica y encargarle que arregle el estropicio. Ni se ha reído de mí ni ha dado la impresión de pensar que me lo merezco por meterme donde no me llaman. Ya me caía bien, pero ahora aún más.