martes, 19 de junio de 2012

El limpiacristales de Pina Bausch



Pina Bausch murió hace tres años, pero su compañía, el Tanztheater Wuppertal, sigue viva. Anoche fuimos a verlos en el Saddler’s Wells, y aunque hace tiempo que no escribo aquí sobre los muchos conciertos, exposiciones y espectáculos interesantes a los que he tenido la suerte de asistir, siento la obligación de dejar constancia de esta experiencia maravillosa. La obra era Fensterputzer, el limpiacristales, de 1997. Es parte de una serie de composiciones inspiradas en diversas ciudades del mundo. El limpiacristales está inspirada en Hong Kong.

Cuando se encienden las luces, más o menos la cuarta parte del escenario está ocupado por una montaña ENORME de flores rojas, muy rojas. Toda la acción transcurre en la presencia de la montaña de flores. Por sus laderas se revuelcan los bailarines/actores; tirando flores al aire hacen un espectáculo de fuegos artificiales; con flores que sacan de la montaña cubren el resto del escenario de unos diseños misteriosos; una fila interminable de escaladores ascienden a la cima por un lado y descienden por el otro; un esquiador hace unas cuantas bajadas por sus laderas, y la montaña entera se da un garbeo por el escenario empujada por una docena de bailarines.

Son tres horas de poesía visual centrada en el gesto humano, a veces en forma de baile, a veces no, con una creatividad inagotable, basada en la observación profunda de lo aparentemente superficial, pasando sin solución de continuidad del humor a la melancolía, tejiendo hebra a hebra un tapiz que representa la vida humana en su gloriosa trivialidad.

Supe por primera vez de Pina Bausch durante la carrera, y desde entonces he considerado su estilo, su tono de voz, como la manera correcta de enfrentarse uno al mundo. El mundo no es ni más ni menos interesante de lo que conseguimos hacerlo nosotros, y nunca me ha parecido tan valioso como cuando lo veo por los ojos de Pina Bausch, que en paz descanse.

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