jueves, 6 de agosto de 2009
35 Rhums
El martes fuimos a ver 35 Rhums, la última película de Claire Denis. Presenta la vida cotidiana de un padre viudo, conductor de metro y su hija universitaria, que viven juntos y tienen una relación muy estrecha y cariñosa. La película se centra en el momento de sus vidas en que se dan cuenta poco a poco de que ha llegado el momento de disolver el fuerte vínculo que les ha unido hasta ahora y contemplar cada uno un futuro independiente.
Es el tipo de película que me suele gustar, de las que intentan representar la vida de las personas tal como es, arbitraria, sin estructura, una sucesión de acontecimientos aleatorios que no obedecen a ningún plan, en torno a los cuales nos intentamos inventar una semblanza de sentido. Pero todo se puede hacer bien y mal y a mi no me parece que Claire Denis lo haga muy bien, tampoco muy mal, pero ciertamente no muy bien. La arbitrariedad de la vida, en su película, se experimenta más como la arbitrariedad de la directora, que toma decisiones incomprensibles sobre qué contarnos y qué no. Los personajes masculinos carecen de toda naturalidad, entorpecidos por una excesiva dignidad. Recuerdan a los fríos pistoleros de las películas del oeste. Denis también tiene una tendencia exageradamente esteticista, aunque aquí más moderada que en Beau Travail, que obstaculiza el realismo al que parece aspirar. Tampoco me gustaron las insinuaciones repetitivas de la dimensión erótica de la relación entre padres e hijas. No es una mala película, y no cabe duda de que es una película honesta, pero para mi no da la talla. Vendrerdi soir, de la misma directora, sin ser excelente, es mucho mejor.
La vimos en el Prince Charles Cinema, al lado de Leicester Square. Es un cine alternativo en la zona menos alternativa de Londres. Ponen películas distintas todos los días y es muy barato, aunque ahora han añadido una segunda sala con películas de estreno a precios de mercado. Tiene una tradición insólita: proyecciones mensuales de Sonrisas y lágrimas en las que el público puede cantar.
Antes del cine entramos a cenar un poco al azar a un restaurante coreano en el barrio chino llamado LIKO (Little Korea), que resultó ser excelente. Cuando vivíamos en los Estados Unidos teníamos amigos coreanos y a menudo tomábamos bibimbap a medio día. Desde entonces la comida coreana nos trae recuerdos agradables. LIKO es un resturante excelente. La decoración es bastante cutre, pero el servicio es profesional y diligente, y la comida es fabulosa. De primero tomamos sepia cruda con brotes de soja fermentados y salsa de soja y wasabi. De segundo yo tomé una sopa/estofado sabrosísima de kimchi, tofu y carne de vaca. Tirado de precio. Volveremos.
Esta semana estamos en Londres sin niños, por primera vez en la vida. Trabajamos todo el día y salimos por las noches, cada noche. Es como hace veinticinco años, o mejor.
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