
Últimamente paso más tiempo en Cataluña que en otras partes de España, y cuando estoy en otras partes de España a menudo acabo discutiendo sobre la cuestión catalana, defendiendo el punto de vista catalanista. No soy catalán pero me gusta Cataluña y el anticatalanismo me irrita más que el catalanismo. ¿Qué pienso de todo esto?
Vayamos directamente al centro de la cuestión: la afirmación “Cataluña no es España” de las pancartas del Nou Camp, que debo reconocer me producen cierta repugnancia, sobre todo cuando están en inglés. Esta afirmación se puede interpretar o bien como un intento de representar la realidad o como una expresión de un sentimiento subjetivo. Consideremos cada opción por separado.
Como intento de representar la realidad, la afirmación concierne a la realidad cultural, a la manera correcta de describir las relaciones entre la cultura catalana y la cultura española. Aquí cabe distinguir tres posibilidades:
- La primera es que haya una colección de características culturales comunes en todos los territorios del estado español, incluida Cataluña, suficientemente importantes como para considerarlos englobados en una unidad cultural distinta de las unidades culturales circundantes. Si esto es así, Cataluña es España.
- La segunda es que haya una colección de características culturales comunes en casi todos los territorios del estado español, pero no en Cataluña, suficientemente importantes como para considerarlos englobados en una unidad cultural distinta de las unidades culturales circundantes. Si esto es así Cataluña no es España.
- La tercera es que no haya una colección de características culturales comunes en todos o casi todos los territorios del estado español suficientemente importantes como para considerarlos englobados en una unidad cultural distinta de las unidades culturales circundantes. Si esto es así, España no existe.
No cabe duda de que Cataluña es bastante distinta del resto de España, y en general, diría yo, un poco mejor. Sin embargo estas diferencias, siendo reales e importantes, resultan insignificantes cuando las comparamos con las diferencias culturales entre España, incluida Cataluña, y otras partes de Europa, o con las similitudes culturales entre Cataluña y el resto de España. No voy a intentar defender esta afirmación. Mi objetivo no es convencer a nadie, sino simplemente expresar mi punto de vista, surgido de mi experiencia de vivir tanto tiempo fuera de España. Estas cosas se ven mejor desde lejos.
Con esto no quiero decir que España, y por tanto Cataluña, no sea Europa, en el sentido cultural que estoy usando. Creo que hay una colección de características culturales comunes en los distintos países de Europa, incluida España, suficientemente importantes como para considerarlos parte de una unidad cultural distinta de las unidades culturales circundantes. Europa existe y España, si existe, es Europa. Esto se veía muy claro desde los Estados Unidos.
Consideremos ahora la afirmación como expresión de un sentimiento. Aquí no cabe hablar de verdad o falsedad, aunque los sentimientos se pueden evaluar con otros criterios.
Sobre este punto tengo que decir que el sentimiento que expresan los autores de las pancartas me parece perfectamente comprensible. Estoy seguro de que sentirte catalán tiene que ser mucho más atractivo que sentirte español. Desde el punto de vista de la imagen de marca, Cataluña le da cien vueltas a España. No hace falta ser catalán para sucumbir a la impresión de que Cataluña se merece todos sus éxitos y ninguno de sus fracasos, mientras España se merece todos sus fracasos y ninguno de sus éxitos. Lo digo sin ironía. No puedo ser el único español que desconfía de los que se enorgullecen de serlo, y siente un poco de envidia hacia los catalanes por poder decir que no lo son.
Por otro lado, todavía al nivel de los sentimientos, hay uno que tengo yo que se podría expresar diciendo que Cataluña es España. No me refiero a la tradicional afirmación de soberanía, por encima, si hace falta, de los deseos de los catalanes. Es simplemente que en la medida en que me siento vinculado a una idea de España, esta idea incluye a Cataluña de manera esencial. Una España sin Cataluña estaría tan lejos o más de ser mi país como una España sin Andalucía o sin Asturias, por ejemplo.
En resumidas cuentas, la afirmación de las pancartas me parece falsa, pero me doy cuenta de que la verdad, sobre todo en estas cuestiones, es un interés opcional y minoritario, y desde el punto de vista de los sentimientos que expresa esta afirmación me parece perfectamente comprensible que un catalán la suscriba. Desgraciadamente, si llega a imponerse ese punto de vista me quedo sin país, pero eso, claro está, es problema mío, no de ellos.