jueves, 3 de septiembre de 2009
Veraneo en Cambrils
Hace diez años que veraneamos en Cambrils. También vamos a otros sitios, pero siempre pasamos un par de semanas en Cambrils. El honor de nuestra visita anual se lo debe Cambrils a mi madre, que se compró dos apartamentos allí con la herencia de sus padres. Si no fuera mi madre no sé si iríamos nosotros.
Cuando vamos siempre se pasan por allí bastantes familiares: mi hermano y su familia, tíos, primos y sobrinos segundos. Estas aglomeraciones no son mi medio natural. En cada sobremesa se habla lo que yo suelo hablar en un mes. Sin embargo reconozco que son beneficiosas. Nos impiden olvidar que al fin y al cabo somos quien somos.
Los apartamentos de mi madre están en la zona de Cambrils Bahía, que es, para mi gusto, lo mejor de Cambrils. Es una zona de chalets y pequeños edificios de apartamentos, muchos construidos en los años 70, cuando el turismo le arrebató estos terrenos a la agricultura. Muchos de los edificios de apartamentos tienen una estructura similar: dos plantas, con tres apartamentos en la planta baja y dos en la primera, cada uno con un trozo de patio. Los apartamentos de mi madre están en edificios de este tipo. Además de edificios, en Cambrils Bahía hay árboles: pinos, palmeras y moreras crecen por todas partes. Algunos pinos son enormes. A su lado los edificios parecen insignificantes.
Los veraneantes de Cambrils vienen en su mayoría de la cuenca hidrográfica del Ebro y zonas limítrofes: aragoneses, riojanos, navarros, vascos, catalanes de Lérida y el interior de Tarragona, andorranos y algunos franceses. Del norte de Europa apenas viene nadie. En la calle se oye más vasco que inglés o alemán. El ambiente en la playa es relajado y natural. Nadie intenta aparentar nada, ni riqueza, ni sofisticación, ni forma física. Hay más gente leyendo el Alto Aragón, el Segre, La Rioja o el Diario de Navarra que El País o La Vanguardia. No son raras las viseras con propaganda de semillas, abonos, piensos compuestos o tractores.
A mí antes me encantaba ir a la playa, freírme al sol rebozado en arena y zambullirme en el agua casi al borde de la insolación. Ahora no me gusta nada. Los últimos años me entretenía navegando con un barquito de vela ligera que tenía en la playa, pero el año pasado me deshice de él. Nadar en el mar todavía me gusta, pero con la de medusas que hay últimamente apetece menos. Este año he pasado el tiempo haciendo bocetos de gente tomando el sol, aunque resultaba sorprendentemente difícil encontrar a alguien que se estuviera quieto un par de minutos.
Afortunadamente Cambrils tiene otros alicientes. Uno es podernos desplazar en bicicleta con comodidad, gracias a la extensa red de carriles bici. Otro son los restaurantes. Además de los de batalla, hay algunos muy buenos, todos basados en la cocina marinera, en interpretaciones más o menos literales. El mejor es Can Bosch seguido de cerca por Joan Gatell.
A pesar de la invasión turística, Cambrils ha conseguido conservar parte de su carácter original de población agrícola y pescadora. Los barcos de pesca salen a diario, y traen cigalas insuperables. Hacia el interior se extiende una llanura muy fértil, con olivos, almendros, frutales y huertas, que asciende suavemente hacia la sierra de L’Argentera. Los mejores momentos de este verano han sido un par de excursiones en bicicleta por los caminos que atraviesan estos campos. Desde allí, el bullicio de la playa parece un espejismo, y parece bien que sea así.
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2 comentarios:
Hola Exilio Cósmico:
Sin duda estoy de acuerdo contigo con que ha conseguido conservar su tradición esta localidad que siempre me ha atraído por su puerto ya que puedes ver los barcos llegar con la pesca, etc. Antes de visitarlo estuve informándome en http://www.trivago.es/cambrils-31968 donde puedes ver fotografías y opiniones de los viajeros que han recorrido sus calles. Me animó a ir y ahora no hay verano que falte una visita a este pueblecito. Un saludo
Gracias por leerme, Adrian. Me alegro de que estés de acuerdo. Saludos.
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