martes, 8 de septiembre de 2009
Los abrazos rotos
El domingo fuimos a ver Los abrazos rotos. He visto todas o casi todas las películas de Almodóvar y esta es la peor con diferencia. No es una cuestión de grado. Todas las demás son buenas. Las mejores son obras maestras, pero hasta las menos buenas tienen algo valioso que ofrecer. Esta no. Es una mala película, la primera mala película de Almodóvar.
Me resulta difícil identificar el problema. El guión no tiene ni pies ni cabeza, pero hay películas buenas de Almodóvar en que el guión tampoco tiene pies ni cabeza. La interpretación de los actores principales, sobre todo la de Lluís Homar, es artificiosa y acartonada, pero en otras películas de Almodóvar esta manera de actuar contribuye a un estilo narrativo que funciona. Es como si un director con oficio pero sin talento se hubiera propuesto hacer una película al estilo de las de Almodóvar, y hubiera reproducido de manera convincente todas las características superficiales de su cine pero se le hubiera escapado lo esencial.
Lucir la belleza de Penélope Cruz es un objetivo loable, y en Volver Almodóvar lo consigue a la perfección. En Los abrazos rotos el mismo ejercicio resulta enojoso. A veces la película parece una exhibición de maquillaje y peluquería.
Cómo ha llegado Almodóvar a hacer una película tan mala me parece un misterio, hasta el punto de que se me han empezado a ocurrir hipótesis descabelladas, como por ejemplo que nos haya querido presentar deliberadamente el resultado de someter una buena película al tratamiento que le hace Martel a la de Mateo, o que la afirmación de Mateo justo al final se refiere no tanto a su película como a la que acabas de ver, a modo de disculpa. De todos modos, en justicia, el verdadero misterio es cómo ha conseguido Almodóvar hacer dieciséis buenas películas sin tropezar hasta ahora, así que por esta vez no se lo voy a tener en cuenta.
La vimos en el Phoenix, un cine independiente en East Finchley que lleva funcionando ininterrumpidamente desde que abrió en 1910. Es un cine de barrio con una sala preciosa y películas de calidad. En el vestíbulo, además de palomitas, venden vizcochos caseros y botellas de vino. Está a media hora andando de casa. Me encanta ir.
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