El sábado fuimos a cenar a Tamarind, un restaurante indio en Mayfair que acaba de recibir su primera estrella de Michelin. Mayfair es una zona de lujo y opulencia escalofriantes. Enfrente de las tiendas de ropa no es raro ver filas de Rolls y Bentleys con sus chóferes esperando a que las señoras hagan sus compras. Tamarind no desentona en este ambiente, aunque da la impresión de ser un restaurante dirigido a comensales que no suelen ir a sitios de ese nivel y están haciendo un esfuerzo económico para una ocasión especial.
La comida no es mala. Algunas cosas estaban bastante buenas, especialmente un entrante de garbanzos y una brocheta de rape con unas especias muy ricas. La preparación es indudablemente mejor que en muchos sitios, pero dadas las pretensiones del establecimiento tengo que decir que no era perfecta: el rape estaba un poquitín demasiado hecho, y las gambas demasiado poco. Además los platos daban una impresión un poco irritante de falta e espontaneidad, como si el objetivo principal del chef fuera marcar claramente las distancias con los indios de batalla. Bebimos un Rully muy bueno, pero cuando pedimos la segunda botella nos dijeron que se les había acabado y nos recomendaron un vino de Sudáfrica sin demasiada gracia. El servicio era atento y eficaz, pero ignorante, sin ideas claras sobre el tipo de trato que se espera en un restaurante de esa categoría. Pagamos casi trescientas libras por cuatro personas.
Si lo hubiera elegido yo, sé que me hubiera amargado la velada el claro desajuste entre precio y pretensiones, por un lado, y calidad y profesionalidad, por el otro. Pero lo habían elegido nuestros amigos y eso siempre te da la buena voluntad de cuando vas de invitado a la casa de otro, así que lo pasé bien, disfrutando de la conversación y del espectáculo sociocultural. No he ido a muchos restaurantes con estrellas de Michelin. Este es el primero que me decepciona.
lunes, 1 de marzo de 2010
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