Anoche fuimos a la Royal Opera House. Un sitio sensacional. Siempre que voy me siento feliz de estar ahí, afortunado por que mi vida me de acceso a un sitio así. Vimos Elektra de Strauss. Música excelente. No la había oído hasta ayer. Seria e intensa. Como Mahler sin la exageración ni los detalles programáticos exóticos.
En general no me gusta la ópera. Normalmente no es música seria, sino un vehículo pare una concepción muy superficial de la belleza. Supongo que sólo funciona para los que encuentran algo sublime en la voz humana. Otro problema es que la estructura musical en la ópera no es intrínsica a la música, sino que viene dictada desde fuera por la narrativa. Por eso a veces me siento desorientado, como si la música avanzara en direcciones arbitrarias.
Sin embargo hay excepciones y Elektra es una de ellas. También me gusta la manera en que cuenta la historia, con elegante economía. La interpretación de la orquesta y los cantantes también me pareció excelente. Y de la propia historia, qué voy a decir: una hija cuya madre está casada con el asesino de su padre, soñando con un baño de sangre que vengue el crimen, y con celebrarlo bailando sobre la tumba del padre. Inmejorable.
Antes fuimos a tomar un refrigerio a la sucursal de Paul en Covent Garden. Me encanta Paul. Sencillo pero perfecto, con pasteles franceses deliciosos y camareros agradables, también franceses. Me gustan las cadenas francesas con sucursales en Londres. Me recuerdan que vivo a un poco más de dos horas en tren de París, aunque no vaya nunca.
sábado, 22 de noviembre de 2008
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