Tengo 44 años, y llevo fuera de España desde los 23. Casi media vida en el extranjero. ¿Cómo ocurrió? Acabe la carrera de filosofía en la Autónoma de Madrid en el 87, con un expediente brillante. Decidí hacer el doctorado. No sé muy bien cómo llegué a esta decisión. En realidad no me parecía que hubiera mucho que decidir. En aquellos tiempos en España no se concebía que un licenciado en ‘filosofía pura’ pudiera encontrar un trabajo ‘normal’ ‘en una empresa’. La única alternativa viable parecía ser oposiciones a instituto. Así que al hacer el doctorado no creía estar cerrándome ninguna puerta además de las que ya creía cerradas.
Un par de años antes había conocido en la Menéndez Pelayo a un filósofo inglés afincado en Méjico que me animó a salir de España, cuyo ambiente filosófico le parecía despreciable. Una combinación de circunstancias me dio la oportunidad de ir becado a hacer el doctorado en la Universidad de St. Andrews, en Escocia. La alternativa era un doctorado en la Autónoma y la expectativa incierta de una plaza en la Autónoma. Por aquel entonces se hacía el doctorado donde se había hecho la licenciatura, y sólo se podía esperar una plaza donde se había hecho el doctorado. Salían pocas plazas, y se daba por sentado que las que salían ‘estaban dadas’ a un candidato de la casa. Quedarme en la Autónoma suponía pasar años luchando por que un día saliera una plaza que, como todas, estuviera dada, en la que el candidato de la casa fuera yo. Así que a St. Andrews me fui. Y hasta ahora.
viernes, 28 de noviembre de 2008
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