lunes, 4 de mayo de 2009

Un barco en la costa este


Llevo unos seis años navegando y desde hace un par de años me consume la tentación de comprarme un barco. Oportunidades para navegar no me faltan, tanto de tripulante en barcos de amigos como de patrón en barcos del club, todos ellos mucho mejores que el barco que yo me podría comprar. Además si me comprara un barco mi navegación se limitaría a los alrededores del lugar donde lo guardara, mientras que ahora navego donde quiero, desde el Báltico hasta el Jónico.

Pero todo esto da igual. No quiero comprarme un barco porque crea que me va a acarrear más ventajas que inconvenientes. La única ventaja clara sería la extinción de la obsesión, como cuando aplacas la sed bebiendo algo que a lo mejor te sienta mal. Es un deseo y nada más. Sin embargo, también puedo ver las cosas desde fuera de vez en cuando, y me doy cuenta de que si me compro un barco es muy probable que me arrepienta. Por otro lado, si no me lo compro también me voy a arrepentir… y en esas estamos. A pesar de sentirme tan indeciso, supongo que he tomado una decisión, pues hace uso días hice una oferta por un barco en venta, pero como la oferta fue rechazada seguimos en las mismas.

He pensado y fantaseado sobre todos los aspectos del plan hasta la saciedad. En líneas generales, mi fantasía consiste en tener un barco en la costa este, que está a una hora y media de casa, y usarlo para navegar con mi familia. Este es uno de los aspectos más problemáticos del plan, pues la actitud de mi familia está a mitad de camino entre el desinterés y la hostilidad. El domingo pasado conseguí que vinieran conmigo a Tollesbury Marina, que es un puerto deportivo de la costa este donde podría guardar el barco que me comprara. Pasamos un buen día. El puerto es un negocio familiar tradicional, sin el comercialismo y las pretensiones que a menudo te encuentras en estos sitios. Está en un entorno rural y reposado, a pesar de la proximidad de Londres. Nos dimos un paseo por la costa y comimos en el club, el típico asado de domingo británico. El sitio no podría ser más acogedor.

La costa este de Inglaterra es un paisaje muy peculiar. El terreno es muy llano. La tierra firme está rodeada de diques que impiden que se inunde cuando sube la marea. Cuando baja, deja al descubierto inmensas extensiones de lo que antes era fondo marino y ahora no es más que barro. El proceso se repite cada doce horas más o menos. En Tollesbury, como en otros puertos de la zona, sólo pueden entrar y salir barcos un par de horas antes y después de la pleamar. Cuando baja la marea los barcos se quedan flotando en un recinto de agua embalsada, a gran distancia del mar. Quiero comprarme un barco y quiero asentarme en la costa este. No sé a qué espero.

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