Empecé a tocar el saxofón en 1979, a los quince años. No sé cómo se me ocurrió la idea. A lo mejor por los solos de saxo en La cara oculta de la luna. La verdad es que no me acuerdo. El caso es que me matriculé en el conservatorio de Zaragoza, que entonces estaba en un piso en el Coso, y después de un año de solfeo empecé a estudiar saxofón. Mi primer saxofón fue un tenor plateado de segunda mano marca Montserrat que vimos en un anuncio del Heraldo de Aragón. Me lo compró mi madre más o menos a espaldas de mi padre. Mi profesor de saxofón en el conservatorio era un clarinetista militar afable. Estudiábamos el método de Klosé. En el conservatorio de Zaragoza, el saxofón no tenía el carisma de instrumentos más tradicionales. Pertenecía al mundo rural, militar y casposo de las bandas, muy alejado de la sofisticación clásica del piano o el violín, que es lo que estudiaban los niños y niñas de buena familia.
A los pocos meses de empezar a tocar, me metí a un grupo. Hasta que llegué yo, eran dos guitarras, un bajo y un batería. Los conocí porque uno de los guitarras iba a mi instituto, un año por encima de mí. Ensayábamos en el sótano de un hostal que era de los padres del bajista. Tocábamos una especie de blues-rock enfocado a la improvisación virtuosística de los guitarras. Ellos eran muy buenos y yo muy malo. No es falsa modestia. No sé por qué me cogieron. Hicimos algunas actuaciones. Una vez tocamos en el Pakos 2, que era uno de los bares donde iba con mis amigos. Eso me dio mucho prestigio. Cuando empezamos a actuar en público necesitábamos un nombre. Nos llamamos La Q.Q.E.T. Band, no sé por qué. No nos gustaba mucho, pero no se nos ocurría otro mejor.
Esta foto es de una actuación en un instituto de Zaragoza, probablemente mi primera actuación en público, creo que en 1980.
jueves, 23 de abril de 2009
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