viernes, 20 de marzo de 2009

Le Corbusier

El domingo fuimos todos a ver una exposición sobre Le Corbusier. Además de dibujos, planos, fotos y maquetas de sus proyectos arquitectónicos, había muestras de su producción en otras artes: pinturas, esculturas y películas. Yo siempre he sentido una cierta veneración por Le Corbusier, nacida no de un conocimiento real de su obra, sino de su carisma como profeta de las vanguardias. De su radicalismo vanguardista la exposición no deja ninguna duda: véase, por ejemplo, su plan de arrasar la mayor parte del centro de París para construir una serie de torres de sesenta pisos.

Sin embargo, si dejamos el contexto ideológico a un lado, parece que mi admiración carece de fundamento. Reconozco que la exposición me convenció de que la Unité d'Habitation de Marsella es más interesante de lo que creía, pero su enfoque general a la arquitectura me parece descaminado. Según la exposición, resumió sus ideas arquitectónicas en cinco principios. Tres de ellos me parecen especialmente dañinos. Uno es que los edificios deben estar elevados del suelo sobre columnas, dejando un espacio abierto debajo. Esto me parece un error garrafal. Los edificios deben estar enraizados en la tierra que los sustenta, como los árboles o las montañas. Otro es que las fachadas no tienen que jugar ningún papel estructural, para poder darles la apariencia que se quiera. Esta es una de las ideas más perniciosas de la arquitectura contemporánea. Tiene como consecuencia que la arquitectura está completamente disociada de la apreciación estética. Hoy en día ves un edificio prácticamente terminado y todavía no tienes ni idea de qué aspecto va a tener por fuera, cuando vengan el último día y atornillen los paneles que conformarán la fachada. El tercero es que los interiores deben ser diáfanos, sin muros de carga, de tal modo que la labor del arquitecto tampoco se ve reflejada en el aspecto interior del edificio. Al final todo es pladur.

La exposición está ubicada en el Barbican, ejemplo más atractivo que hay en Londres de un enfoque urbanístico afín al de Le Corbusier. Es un complejo arquitectónico en la City de Londres, construido en los 60 y los 70 en terrenos que habían arrasado los bombardeos alemanes. Consta de trece bloques de unos siete pisos y tres torres de cuarenta y dos: unas dos mil viviendas en total. El recinto es completamente peatonal, con jardines y un lago en el centro, e incluye un centro cultural de primera línea, con una sala de conciertos, donde toca la Orquesta Sinfónica de Londres, un cine, un teatro, dos salas de exposiciones y una biblioteca.


No sé cómo se vivirá allí. Nunca he visto un piso por dentro. Los residentes no parecen hacer uso de los espacios públicos, que suelen estar desiertos. En este país ese tipo de entorno se suele asociar con degradación social, pero en el Barbican vive gente de bien. Es indudablemente arquitectura de calidad, admirable, aunque no bella. Me alegro de que exista, pero también me alegro de que no haya más.

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