Llevo unas horas en Ginebra. He venido a dar una conferencia. Esta es mi primera entrada de blog itinerante. Acabo de comer: manitas de cerdo rellenas acompañadas de puré de patata con trufas y unas verduras a la brasa. Delicioso, insuperable. La única pena es que no haya podido beber vino porque mi conferencia es esta tarde.
Hay muy pocas cosas que me salgan bien de natural, no a base de empeño y dedicación, sino porque sí.
Una es resolver problemas informáticos. A pesar de mis escasos conocimientos, tengo una facilidad intuitiva para comunicarme con ordenadores recalcitrantes. Anoche arreglé la red de casa, después de muchos intentos y ya contra todo pronóstico. Luego me quedé dormido arrullado por una sensación de triunfo.
Otra es elegir restaurantes. Casi nunca me equivoco. Hay sitios que sólo con verlos sé con absoluta certeza que me van a dar bien de comer. No sé qué me lo dice: ¿la clientela? ¿la decoración? ¿la expresión de los camareros? En este caso el nombre del establecimiento me ha dado una pista casi infalible. En un sitio que se llama Au Pied de Cochon es imposible que se coma mal.
He comido fuera, con un sol de primavera maravilloso y una brisita de montaña para que el calor no llegara a agobiarme. Las manitas y una botella de agua me han costado treinta y tres francos suizos. No tengo ni idea de cuánto dinero es ni sé si me lo van a pagar, pero me da exactamente igual. He pasado un rato en el cielo.
miércoles, 18 de marzo de 2009
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