viernes, 6 de marzo de 2009

¿El Golfo de Vizcaya?

Anoche tenía una cita con un patrón que está buscando tripulantes para cruzar el Golfo de Vizcaya. Se llama Graham. No nos habíamos visto hasta anoche, pero sabíamos el uno del otro por medio de David y otros amigos míos de Seahorse que han navegado con él. Uno de ellos, Peter, ya se ha apuntado a esta travesía. Anoche estábamos Peter y su mujer Pip, Graham y yo.

El plan es inmejorable. La idea es participar en una regata desde el Río Helford, en Cornualles, hasta L'Aber Wrac'h, en Bretaña, y desde allí seguir camino hasta La Coruña, con una parada en Belle-Île si la meteorología lo permite. Todas mis referencias apuntan a que Graham es un patrón precavido y con experiencia. Su barco no es ni muy grande ni muy nuevo, pero es uno de esos diseños clásicos británicos de quilla corrida enfocados principalmente a cuidar de su tripulación cuando las cosas se ponen feas. Los otros dos tripulantes son buenos amigos y buenos marinos con los que he navegado mucho.

Naturalmente, cruzar el Golfo de Vizcaya es una de mis aspiraciones en la vela. Creo que esta es mi oportunidad. Me siento a gusto con el plan. Cierro los ojos y me veo pasando por el Chanel du Four y Pointe du Raz o avistando el faro de Estaca de Bares después de unos días sin ver tierra. Y verme así me hace ilusión, como les hacen ilusión las cosas a los niños.

Nos había citado Peter en el Lamb & Flag, que es un pub de los de verdad en Covent Garden. Luego fuimos a cenar a una sucursal de Carluccio's. Carluccio's es una cadena de restaurantes italianos que tiene una reputación completamente inmerecida. El ambiente y la decoración son muy agradables y los camareros italianos hacen bien su trabajo. La lástima es que no puedes sentarte a pasar un rato, disfrutando del ambiente, admirando la decoración y hablando con los camareros. Tarde o temprano tienes que comer, y la comida es de un nivel ínfimo. Yo tomé de primero unos calamares a la romana que aparte de no estar grasientos no tenían ninguna otra virtud, y de segundo un risotto malísimo, con el arroz casi crudo y un sabor fortísimo a avecrem. Casi treinta libras por cabeza con postre y vino. ¡Con lo bien que se puede comer en restaurantes italianos en Londres por no mucho más dinero!

Espero que cuando pasemos nosotros por aquí el lugar esté completamente irreconocible:

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