viernes, 13 de marzo de 2009

Examen de música

Mis tres hijos estudian música después del colegio, en una academia que se llama North London Colourstrings. La mayor toca el violín, y los otros dos el piano. Colourstrings es un método de pedagogía musical que utiliza astucias psicológicas para desarrollar la musicalidad de los niños. No sé si es mejor o peor que otros. Desde luego es mucho más prometedor que sentarte hora tras hora a solfear, sosteniendo el libro en una mano y marcando el compas con la otra, como se hacía en los conservatorios españoles al menos en mis tiempos. Los profesores de colourstrings son músicos jóvenes de todo el mundo que han venido a Londres a estudiar en alguno de sus conservatorios y a triunfar, y mientras triunfan, o no, se mantienen dando clases de música. Mis hijos han tenido profesores de Finlandia, Siria, Montenegro y España, además de algún que otro inglés.

El que los tres toquen un instrumento no obedece a un plan preconcebido. Todo empezó un poco de casualidad. La mayor empezó a ir a Colourstrings con unas amigas del colegio a los cinco años o así. Luego nos pareció mal que la mayor fuera y la mediana no, así que también la apuntamos, aunque en contra de su voluntad. El pequeño empezó hace un par de años por el mismo razonamiento. Sin embargo, a pesar de este origen casual, la educación musical de mis hijos se ha convertido poco a poco en un proyecto personal mío, en el que he invertido mucho tiempo, por no hablar del dinero. Hay que llevarles a las clases, y los primeros años asistir a ellas. Luego hay que conseguir que practiquen, y disuadirles cuando quieren dejarlo. Todo esto lo hago yo.


Colourstrings tiene un enfoque muy informal, pero una vez al año todos los alumnos tocan en un concierto y los profesores escriben un informe sobre su actuación. Es lo más parecido a un examen que tienen en esta academia. El concierto-evaluación de este año fue anoche, en una iglesia de Highgate que tiene un Steinway. Era la primera vez que tocaban mis tres hijos y los tres lo hicieron bien. No me habría sentido más satisfecho si los aplausos hubieran sido para mí.

Al salir del concierto, para celebrarlo, fuimos a cenar a La Porchetta. La Porchetta es una pizzería en Muswell Hill, aunque hay otras cuatro sucursales en sendos barrios del norte de Londres. Vamos bastante con los niños. Las pizzas son excelentes, con ingredientes frescos y una base auténtica de pan. Las hacen delante de ti. Aparte de las pizzas, la comida no es muy buena. Sin embargo el valor de La Porchetta no está en el menú, sino en el ambiente informal, desenfadado y un poco caótico, como en las fiestas de un pueblo español. Todo es ruido y movimiento. Los camareros parecen recién salidos de la Italia profunda. Todo les parece bien. A los niños que se quedan un rato mirando al que amasa las pizzas normalmente acaban dándoles una bola de masa. Siempre hay alguien celebrando un cumpleaños. Cuando te traen la tarta, los camareros vienen en tropel, uno con un bombo, otro con una bocina. Dan la impresión de disfrutar haciéndolo. Si el que cumple años es un adulto, a veces le ponen una masa de pizza sin cocer en la cabeza, como un velo de novia. Me gustaría que me lo hicieran a mí alguna vez. Al entrar en La Porchetta parece que dejas Inglaterra atrás y que por alguna razón te puedes relajar, como un actor que deja el escenario unos minutos.

1 comentario:

Cristian dijo...

La musica es de las grandes pasiones que tengo y disfruto mucho de oir a importantes personalidades del tema. Me hubiera gustado estudiar una carrera relacionada pero nunca supe bien que estudiar. Por ello prefiero quedarme en casa pedir algo al delivery
barrio norte
y disfrutar de escuchar buenos discos