El sábado fuimos toda la familia a cenar a casa de Carrie y Stephen. También vinieron Bernie y Hitham con sus hijas. Stephen es medio danés, Hitham es egipcio y Bernie irlandesa. 25% de sangre inglesa: típica reunión londinense.
Carrie, Stephen, Bernie y Hitham tienen la fortuna de sentirse afortunados, por su salud, por sus hijos, por su prosperidad… No cabe duda de que son afortunados. Sé que nosotros también lo somos, pero no es lo mismo saberlo que sentirlo. Ellos lo sienten.
Carrie y Stephen vivían antes muy cerca de nosotros, pero hace un par de años se mudaron al centro de Muswell Hill, a una casa victoriana enorme y preciosa, en una zona muy cotizada. Han pasado un año entero reformándola de arriba abajo, viviendo rodeados de cajas, polvo, herramientas y obreros húngaros. Acaban de terminar. Han dejado la casa a la última, sin descuidar ningún detalle.
Se merecen todo lo que tienen. Han trabajado como mulas para conseguirlo, ella de administradora en la consulta de un médico de cabecera, y él vendiendo ordenadores por todo el mundo, hoy Colorado, mañana Namibia…
Esta era su primera fiesta tras la reforma. Carrie estaba muy orgullosa y un poco conmovida. Siempre ha estado dispuesta a hacer partícipes de su felicidad a quienes no la miran por encima del hombro. Yo se lo agradezco de verdad. Hizo tres currys distintos, de pollo, de cordero y de verduras, en su nueva cocina con sus nuevos libros de recetas.
Los hombres pasamos gran parte de la velada en la sala de juegos que han puesto en el sótano, jugando unos al billar y otros al Call of Duty, en una pantalla de plasma descomunal.
lunes, 12 de enero de 2009
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