Mi mujer y yo hemos empezado a jugar al tenis. Ha sido idea mía, aunque ella quería desde hace mucho que hiciéramos algún deporte juntos. Cuando vivíamos en América intentamos jugar al squash, pero no funcionó, porque yo jugaba mucho mejor que ella. Yo llevaba tiempo jugando y ella acababa de empezar. Yo no he jugado al tenis nunca. Ella jugó un poco en América.
Vamos a unos campos de tenis de asfalto que hay en un parque al lado de casa. También hay un club de tenis sobre hierba a la vuelta de la esquina. Si cuando llegue el verano hemos aprendido algo iremos allí. No me suele gustar empezar actividades nuevas sin tomármelas en serio, pero creo que en este caso merece la pena hacer una excepción. Tengo dos razones.
La primera es que tenemos que ponernos un poco en forma. Para esto hay una cierta urgencia. Vamos a ir a esquiar en febrero, después de tres años sin ir. Yo el único ejercicio que hago es ir en bicicleta, y hay un par de músculos que no se ejercitan con la bicicleta pero que, si no recuerdo mal, son imprescindibles para esquiar.
La segunda es que creo que será una buena terapia de pareja. Cuando jugamos experimento en primera persona la situación típica de los libros de terapia cognitiva. Me parece que mi mujer juega muy mal y me siento tentado a explicarle cómo se hace. Sin embargo al mismo tiempo entreveo que si contáramos cuántas veces fallamos probablemente descubriríamos que yo fallo por lo menos tanto como ella. A la objetividad por el tenis.
martes, 6 de enero de 2009
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